Ombú,
espacio terapéutico

El Árbol que Somos

Nacemos como semillas, pequeñas, dormidas, con la ilusión de ser parte de un grande y hermoso bosque.
Caemos en una tierra que no elegimos: puede ser fértil, árida, puede ser baldía o con amor labrada.
Dependeremos de ella, sí… y también de quien nos cuide.

Del jardinero o jardinera, si es que lo hay.
Del clima...

de un sol que nos aliente sin que abrase o queme,
de un viento que mece o que con fuerza nos pruebe,
de una lluvia que nutra o una tormenta que inquiete...

Con el tiempo germinamos,
y es ahí cuando empieza la gran tarea: echar raíces.

Algunos árboles enraízan hacia los lados, buscando seguridad en aquello conocido, pero sin profundizar demasiado…
A simple vista parecen fuertes, estables, incluso exitosos. Pero basta un viento fuerte —una pérdida, una crisis, una verdad— y todo lo construido se tambalea.

Otros cavan hondo. Sus raíces se adentran en la tierra, en las memorias, en las sombras, en el dolor. Pero sin extenderse, sin conectarse…
sus copas quedan pequeñas, y el mundo apenas los ve florecer.

Solo algunos, con tiempo, coraje y un poco de ayuda, logran algo más difícil: echar raíces amplias y profundas.

Exploran su historia sin quedar atrapados en ella.
Se abren al mundo sin perderse en él.
Saben quiénes son, incluso cuando cambian.
La copa crece no más de lo que sus raíces pueden sostener, pero sí lo suficiente como para tocar la luz.
Dan sombra, dan fruto, y danzan con viento sin miedo a quebrar o a romperse.

La fortaleza del árbol que somos no se mide por su altura, sino por su equilibrio.
No es bello por lo que muestra, sino por lo que sostiene.
Y es que en definitiva, crecer no es otra cosa que echar buenas raíces,

y aprender a elevamos hacia donde apunta el sol.

Consulta psicológica, refugio de calma donde explorar tu ser, sanar heridas e impulsar tu desarrollo personal.

Santiago Giuggioini Recuero

Bienvenido, bienvenida

Sé que llegar hasta aquí es un paso valiente e importante para ti.

A veces, en nuestro camino, necesitamos encontrar un lugar donde detenernos, respirar y sentirnos seguros. Un refugio donde poder ser nosotros mismos, sin juicios, para entendernos mejor, sanar heridas y recobrar la fuerza para seguir adelante.

Por eso, este espacio terapéutico no tiene un nombre casual.
Se llama Ombú.

Un Refugio para el Alma

En la inmensidad de la llanura de Sudamérica, el Ombú se alza solitario, ofreciendo amparo y sombra a quien lo necesita. Durante generaciones, ha sido un punto de encuentro y un refugio natural contra la tormenta. Su copa amplia es una promesa de protección y su tronco robusto, un símbolo de la resiliencia y la fortaleza que se necesita para permanecer en pie ante la adversidad.

Este espacio ha nacido con el propósito de ofrecerte precisamente eso: un refugio seguro. Un lugar donde puedas explorar tus pensamientos y emociones con calma, sintiéndote sostenido/a y protegido/a.

El Alma del Árbol:

Este árbol tiene un alma profunda.
Su nombre ancestral, en la lengua del pueblo Charrúa, es "Lajau", y simbolizaba la historia, el paso del tiempo y la capacidad de conectar los planos físico y espiritual, actuando como un ancla que facilita el movimiento entre ellos.

Honrar este nombre es una forma de reconocer la importancia de nuestras propias raíces. La terapia es, en muchos sentidos, un viaje hacia nuestra historia personal, hacia aquello que nos ha formado y nos ha hecho ser quienes somos hoy. Al igual que el Ombú se nutre de sus raíces ocultas para poder extender sus ramas hacia el cielo, nosotros también necesitamos comprender nuestro origen para poder crecer de una manera más libre y consciente.

¿Qué significa esto para ti?

woman wearing yellow long-sleeved dress under white clouds and blue sky during daytime